sábado, 25 de octubre de 2014


Pico de frasco esmeralda

 
Grouve-billed Toucanet

Aulacorhynchus sulcatus
 
Escrito por Eduardo López
 
Ilustrado con fotografías tomadas por Lorenzo Calcaño, Gaby Carías, Lucrecia Díaz, Luis Figueroa, Eduardo López, Jorge Matheus y Mikko Pihala
 
Esta es una versión del original publicado en noviembre de 2009, revisada, corregida y actualizada por el autor
 
En su libro pionero sobre las aves de Venezuela William H. Phelps hijo y Rodolphe Meyer de Schauensee aseguraban que no existía «ninguna otra ave» que fuera «más característica de los trópicos de América que el Tucán» (Phelps y Meyer, 1979 [1978], p. 189), en tanto que Steven Hilty consideraba que al decir «aves tropicales» lo que viene «a la mente más a menudo» es «probablemente la imagen de un Tucán» (Hilty, 2003 [2002], p. 456).
 
Es posible, sin embargo, que las muy conocidas Guacamayas no estén muy de acuerdo con esas opiniones, como tampoco debió estarlo el poeta decimonónico Jesús María Sistiaga, quien las colocaba antes de los tucanes en una estrofa de su divertido poema titulado La vida en Río Chico que dice que «es la América patria de caimanes, / de congorochos, sapos y cien-piés, / de monos, papagayos y tucanes / y gentes con el alma de través» (Sistiaga, sin fecha, p. 244). No obstante, es indudable que a todos, «naturalistas y aficionados», en particular a aquellos que proceden de otras latitudes, les ha llamado poderosamente la atención «desde tiempos remotos» (Röhl, 1956 [1942], p. 291) la figura algo estrafalaria de esas aves denominadas universalmente Tucanes que en nuestro país conocemos con los sugestivos nombres de Diostedé, Piapoco, Pico de frasco, Tiátaro y Tilingo, con sus picos descomunales, su inusual gesticulación y la policromía que exhibe la mayoría de los integrantes de la familia Ramphastidae que las agrupa.
 
El Pico de frasco esmeralda o Tiátaro es uno de los miembros destacados que en Venezuela tiene la familia de los Tucanes. Su hábitat principal son las montañas de la Cordillera de la Costa, siendo muy común en el Parque Nacional Guaraira Repano y en los municipios El Hatillo y Baruta en la ciudad de Caracas (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
Respecto de esta última característica los Pico de frasco son el grupo que presenta una coloración menos variada, predominando en ellos marcadamente las tonalidades verdes, conocidos entre los ornitólogos por esto y por su tamaño como tucancitos verdes. En Venezuela tenemos cuatro especies que portan ese nombre común, todas ellas pertenecientes al género Aulacorhynchus, palabra compuesta con vocablos griegos que significa «pico surcado» o «estriado» (Jobling, 1991, p. 22; Manara, 2004 [1998], p. 69), lo que alude al acanalado característico que presentan sus picos. Estos últimos, aunque notoriamente desproporcionados, no lo son tanto como los de sus primos de mayor tamaño de los géneros Pteroglossus (ver varios aquí: https://www.flickr.com/search?text=Pteroglossus&user_id=12694900%40N08&sort=relevance) y Ramphastos (verlos aquí: https://www.flickr.com/search/?w=12694900@N08&q=Ramphastos%20), entre los cuales hay algunas especies que los tienen «casi tan largo como el cuerpo» (Deery, 1999 [1954], p. 42).
 
Los nombres científico y en inglés del Pico de frasco esmeralda aluden a los surcos que éste tiene en su pico, como se ve en la foto. En los juveniles e inmaduros no están presentes esos surcos ni los bordes aserrados que tiene el adulto en la mandíbula (Fotografía tomada por Jorge Matheus)
 
Las cuatro especies cubren buena parte de las zonas montañosas del país, tanto al norte como al sur del Orinoco. En esta última región se halla solamente el Pico de frasco guayanés (Aulacorhynchus derbianus) (ver uno aquí:  https://www.flickr.com/photos/paulbjones/6167707366/). Al otro extremo, en la Sierra de Perijá y los Andes reside el Pico de frasco gargantiblanco (Aulacorhynchus prasinus) (verlo aquí:
http://www.flickr.com/photos/barloventomagico/3025346675/), actualmente el más extendido en América, desde México hasta Bolivia y Brasil, aun cuando ya hay estudios publicados que permiten pensar que algunas subespecies tendrían en realidad rango de especies (Navarro et al, 2001; Puebla et al, 2008). La tercera especie es el Pico de frasco lomirrojo (Aulacorhynchus haematopygus), confinado en nuestro país a dos pequeños territorios, uno en el Táchira y el otro en la Sierra de Perijá (verlo aquí: http://www.flickr.com/photos/mateo_gable/3558924207/).
 
Llegamos por último al sujeto principal de este escrito, el Pico de frasco esmeralda (Aulacorhynchus sulcatus), que tiene la distribución más amplia en nuestro país. De él hay tres subespecies con rangos geográficos bien diferenciados, con algunas pequeñas áreas donde coinciden dos de ellas. De este a oeste encontramos primero al A. s. erythrognathus, ubicado en Sucre, Monagas y Anzoátegui. Inmediatamente después se halla el A. s. sulcatus, que es la subespecie más representativa de las tres, diferenciable de la anterior por tener aquélla la base del pico rojo brillante y ésta rojo opaco.
 
La tercera subespecie, A. s. calorhynchus, fue tratada desde principios del siglo XX como una especie aparte, sobre todo porque tiene amarillas las partes del pico que en las otras dos son rojas. Sin embargo un conocido ornitólogo llamado Paul Shwartz, reputado entre otras cosas por sus numerosas e impecables grabaciones de cantos de aves, señaló desde 1972 que en las áreas de contacto con la anterior, particularmente en Lara y Carabobo, había encontrado «poblaciones intermedias en cuanto al color y la configuración del pico», por lo cual «deberían ser tratadas como coespecíficas» (Shwartz, 1972) ya que ello denotaría que se aparean e hibridizan entre sí.
 
No obstante que esta evidencia es citada por Phelps y Meyer, Hilty y Restall et al, resulta paradójico que todos ellos las hayan continuado considerando como especies separadas, aunque también es cierto que el Comité Suramericano de Clasificación de la Sociedad de Ornitólogos de América no reconoce tal separación (SACC, 2009), siendo asimismo de extrañar que no se hayan hecho estudios de ADN para confirmar su tratamiento como coespecíficos. Esta subespecie tiene en Venezuela una localización similar a la del Pico de frasco gargantiblanco, es decir, la Sierra de Perijá y la Cordillera de Los Andes, a lo que se agrega una pequeña población en el cerro Platillón de Carabobo.
 
Este ejemplar pertenece a la subespecie Aulacorhynchus sulcatus calorhynchus, llamada Pico de frasco andino por quienes la consideraban como una especie diferente al Pico de frasco esmeralda. Compárese los colores del pico con los de las restantes fotos, casi todas ellas del Aulacorhynchus sulcatus sulcatus (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
Aclaremos que lo de «pico de frasco» no se refiere a la forma o a las dimensiones del pico, sino al peculiar uso que le daban, no precisamente las aves que lo portan sino, aunque suene extraño, algunos humanos. En efecto, si nos remontamos a la época colonial, en particular al siglo XVIII, encontraremos que por entonces hubo una expansión en el uso del «rapé», el cual no es más que tabaco molido, usualmente aromatizado, el cual se consumía aspirándolo por vía nasal. Aunque eso lo hacían desde muy antiguo los indígenas americanos, en la época en cuestión «se convirtió en una moda extendida entre los círculos aristocráticos europeos», a tal punto que «la tabaquera de rapé, primorosa y artísticamente decorada, objeto de museo por excelencia, ha quedado ligada, como complemento habitual, a la imagen del aristócrata dieciochesco» (Wikipedia, 2014). Resultó así que dichos envases llegaron a ser «fabricados hasta con metales y piedras preciosas» (Fuentes y Hernández 2002 [1993], p. 128), como fuera el caso, por ejemplo, de una cajita hecha de oro que le regalara el rey Jorge IV de Inglaterra al Libertador Simón Bolívar, la cual estuvo perdida desde mediados del siglo pasado, hasta que finalmente un hijo de Fernando Bolívar, descendiente del prócer, quien recordaba haberla visto en su infancia, la localizó en un museo de Londres donde su padre la había consignado. Tiempo después de recuperada llegó a la sección de Joyas del Libertador del Museo del Banco Central de Venezuela donde se exhibe.
 
Esta lujosa cajita de oro para el rapé que le regalara el rey Jorge IV de Inglaterra al Libertador Simón Bolívar en 1824 es hoy día una de las piezas de la colección de joyas del Libertador que se exhibe en el Banco Central de Venezuela
 
Ahora bien, en ese afán de exhibir estuches elaborados con los materiales más costosos o insólitos parece que a alguien se le ocurrió que podía tenerse como muy refinado el confeccionarlos… ¿adivinaron con qué…? Pues nada menos que con los picos acanalados de esos tucancitos verdes tan típicos de nuestra Cordillera de la Costa, llamados Tiátaros todavía hoy en día por los lugareños, seguramente porque lo de Pico de frasco fue entendido como un rebautizo despectivo hecho en aquel entonces en razón, según refería Bruno Manara, de la malhadada moda de convertirlos en recipientes para guardar rapé, sustancia «que se inhalaba para estornudar y descongestionar la nariz» (Manara, 2004 [1998], p. 69).
 
Por suerte para estos animalitos la guerra de Independencia redujo a su mínima expresión el consumo de rapé en Venezuela. Parece, sin embargo, que si bien ya no se los sacrificaba para disponer de sus picos, se mantuvo otra costumbre derivada de tal práctica, como era la de hacerlo para comérselos bien sazonados. Cabe citar al respecto la afirmación de Eduardo Röhl de que «la despiadada persecución de que fue objeto este inofensivo y bonito Tucán, fue causa de haberse retirado a las regiones altas de los montes que se elevan en torno de la capital» (Röhl, 1956 [1942], p. 294), persecución que el citado Manara atribuía «al agradable sabor de su carne» (Manara, 2004 [1998], p. 67), no obstante ser ésta poca, según hacían constar ya los primeros cronistas de Indias arribados a América en el siglo XVI, como Gonzalo Fernández de Oviedo, quien hablando del Picudo, como llamaba al Tucán, afirmaba que tenía «más pluma que carne» (Fernández, 1979 [1526], p. 181).
 
En el siglo XVIII seguramente hubieran convertido el hermoso pico de este ejemplar en un estuche para guardar el rapé de algún mantuano, mientras que en el siglo XIX tal vez al pajarito lo habrían cocinado para la cena (Fotografía tomada por Gaby Carías)
 
Pero esta triste historia tiene otras preocupantes aristas menos obvias, según me comentaba ese alma de una loable iniciativa de la Sociedad Conservacionista Audubon de Venezuela denominada Las aves entran en las escuelas (para saber más sobre este importante programa ir aquí: http://www.audubonvenezuela.org/educacion/las-aves-en-las-escuelas.html) llamada Marieta Hernández, persona muy familiarizada con la vida cotidiana de las comunidades asentadas en el Parque Nacional El Avila, entre las cuales parece persistir todavía una antigua conseja que sostiene que determinadas especialidades culinarias que tienen como componente principal al Pico de frasco serían… ¡afrodisíacas!
 
Es probable que tal mito tenga sus raíces en la fascinación que siempre ha existido en torno al pico de los Tucanes y a las razones de su inusual forma, tamaño y colorido, entre las cuales se han aducido, por ejemplo, las de defensa, mencionadas ya por el citado Fernández de Oviedo, quien decía que «ninguna ave hay que cuando cría esté más segura y sin temor de los gatos», pues cuando sienten al depredador rondando «se meten en su nido y tienen el pico hacia afuera, y dan tales picadas, que el gato ha por bien de no curar de ellos» (Fernández, 1979 [1526], p. 182), lo cual fue sintetizado por ese notable sabio alemán llamado Alejandro Humboldt a principios del siglo XIX al asentar que «su pico, largo y fuerte, le sirve para defenderse a distancia» (Humboldt, 1985 [1814-1825], Tomo 4, p. 276).
 
Respecto de los nidos del Pico de frasco esmeralda y los demás tucanes, los utilizan no sólo para empollar sino también como dormitorios. Se trata generalmente de cavidades naturales o bien hoyos en los árboles abiertos por los Pájaros carpinteros, sus parientes cercanos, ya que «la punta curvada de sus picos no se presta para excavar» (Short y Horne, 2002, p. 226). Estos dos autores, dicho sea de paso, señalaban asimismo que no estaba hasta entonces documentado lo relativo a los «nidos, huevos y demás aspectos de la anidación» de los Pico de frasco esmeralda, aunque sí era bien conocida su condición de «salteadores de nidos» de otras aves, comportamiento que también ha sido registrado para algunas otras especies de tucanes (Short y Horne, 2002, p. 238 y 251).
 
Cuando el Pico de frasco esmeralda está alterado, en este caso tal vez por la presencia de un cazador, aunque sólo sea de fotos, suele levantar la cola y sacudir la parte anterior del cuerpo hacia arriba y hacia abajo y la cabeza hacia un lado y otro (Fotografía tomada por Lorenzo Calcaño)
 
[Un video tomado por David Ascanio de un ejemplar gesticulando como el de la foto se puede ver aquí: http://ibc.lynxeds.com/video/groove-billed-toucanet-aulacorhynchus-sulcatus/bird-bobbing-head-tail]
 
Otros autores han resaltado el papel del pico en la procura de comida, si bien a veces de manera curiosa. Se ha dicho, por ejemplo, que «cuando los primeros especímenes de tucanes arribaron a Europa en el siglo XVIII se dio como hipótesis que su dieta consistía de pescado que el ave atrapaba con su largo pico aserrado» (Short y Horne, 2002, p. 238 y 251), como si fuesen garzas, lo cual, aunque tal vez no sea costumbre usual, puede que eventualmente lo hagan. Al menos así lo creía Humboldt, quien dijo que cuando navegaban en una piragua por el Casiquiare cargados de animales que habían atrapado, algunos «encerrados en jaulas de mimbre» y otros deambulando libremente, sucedía que «el tucán quería ganar la orilla para pescar» (Humboldt, 1985 [1814-1825], Tomo 4, p. 277). Agustín Codazzi refería, por su parte, que el Tucán, «como no tiene la lengua flexible, coge la presa con los lados o la punta del pico, la arroja al aire y la recibe en el guargüero» (Codazzi, 1960 [1841], V. I, p. 201), a lo cual saldría al paso el mencionado Humboldt, quien era contemporáneo de Codazzi, cuando aseguró no haber visto nunca «que el tucán se vea obligado por la estructura de su pico… a deglutir su alimento arrojándolo al aire» (Humboldt, 1985 [1814-1825], Tomo 4, p. 277).
 
Mucho más recientemente ese infatigable periodista dedicado a la divulgación científica que fuera Arístides Bastidas pensaba que ese gran pico representaba en realidad un instrumento muy ventajoso para alcanzar sin mucho esfuerzo «frutos inaccesibles para otras aves» (Bastidas, 1987, p. 133), lo cual fue señalado también por Restall et al de modo más elaborado al decir que un pico tan largo y, a la vez, fuerte y liviano y con los bordes aserrados permitía «un alcance extra-largo para agarrar frutas desde ramitas delgadas» (Restall et al, 2007 [2006], Vol. 1, p. 304).
 
En todo caso, lo más cercano a una explicación plausible que hayamos encontrado podría ser que «el largo y curiosamente aserrado pico y la extraña lengua fibrosa son adaptaciones para frugívoros, herramientas que permiten al tucán alcanzar, manipular y consumir frutas arbóreas» (Short y Horne, 2002, p. 223), lo cual efectivamente hacen sin demasiada dificultad todos los tucanes, siendo las frutas, con mucho, el principal componente de sus dietas. Pero, como veremos después, en 2009 se descubrió que ese enorme pico está conformado también para otro importantísimo uso no tan obvio.
 
El Pico de frasco se alimenta principalmente de frutas, aunque también consume invertebrados y de vez en cuando algún vertebrado (Fotografía de arriba tomada por Lucrecia Díaz y la de abajo por Mikko Pihala)

Entre los alimentos preferidos de los Pico de frasco esmeralda están «los frutos de los higuerones y matapalos, al igual que de las cerezas del café y los rojos y esféricos coquitos de la palma bendita (Ceroxylon ceriferum)» (Manara, 2004 [1998], p. 68). Esta última planta, que abunda en el Parque Nacional El Avila, hoy día Guaraira Repano, juega un papel de primer orden en una tradición muy arraigada de los habitantes del municipio Chacao, en Caracas, nacida durante la colonia a raíz de una epidemia terrible de fiebre amarilla que diezmara a la población hacia 1770. «El padre José Antonio Mohedano, Párroco del recién creado Curato de Chacao», ante la magnitud de la tragedia tomó la iniciativa de reunir a sus feligreses para pedir el socorro divino y prometer que, de ser escuchados, los hacendados enviarían todos los años a sus peones al Avila a recoger hojas de Palma bendita «para celebrar el Domingo de Ramos, fiesta religiosa con la que se inicia la Semana Santa» (Manrique y Montero, 2008, p. 10).
 
Nacieron así los Palmeros de Chacao (verlos aquí:  http://mx.images.search.yahoo.com/search/images?p=palmeros+de+chacao), depositarios de esa tradición radicados desde esos tiempos en el barrio El Pedregal, integrado inicialmente por dichos peones y luego por sus descendientes. Ellos, organizados hoy día en una asociación civil, son los encargados de subir al Avila a recolectar la palma, siendo de destacar que «podan las hojas pero no el cogollo, pues éstos son los que garantizan la vida y proliferación de la planta» (Manrique y Montero, 2008, p. 13). Ahora bien, estos Palmeros se percataron de que el Pico de frasco esmeralda «regurgita las semillas grandes» de los frutos de los cuales se alimenta (Hilty, 2003 [2002], p. 457), como los de la Palma bendita, siendo por ello el principal diseminador de esta planta, de modo que la cofradía se convirtió también en protectora del ave. Como colofón de esta historia el Picón, Tiátaro o Pico de frasco esmeralda fue convertido en ave emblemática del Municipio Chacao en reconocimiento a su contribución a la preservación de una de las tradiciones más importantes del pueblo de Chacao: la bajada de las palmas en Semana Santa.
 
Los Palmeros de Chacao están muy bien organizados contando con programas para la captación y formación de niños a fin de que adquieran todos los conocimientos y prácticas necesarias para garantizar la continuidad de esta tradición. Se trata de los Palmeritos cuyo emblema está presidido por la imagen de un Pico de frasco esmeralda
 
Pero si el modo de comer del Pico de frasco esmeralda y otros Tucanes parece, en comparación con otras aves, complicado a causa del pico, el de beber conlleva un enredo mayor, resultando una proeza que el líquido no se les escurra por los bordes aserrados. Ello dio lugar inclusive a que las multicolores especies de Ramphastos, llamadas onomatopéyicamente Piapoco por los indígenas, fueran motejadas por los españoles con el apelativo de Diostedé, expresión que llamó mucho la atención de Humboldt, quien explicó que «el pájaro hace gestos extraordinarios cuando se dispone a beber. Dicen los frailes que hace la señal de la cruz en el agua y esta creencia popular ha valido al tucán, por parte de los criollos, el extraño nombre de Diostedé» (Humboldt, 1985 [1814-1825], Tomo 4, p. 277). De allí la copla recogida por ese eminente recopilador de las tradiciones barloventeñas llamado Fernando Madriz Galindo que dice: «Quien pudiera ser / como el Diostedé / que bendice el agua / que va a beber» (Madriz, 1969, p. 35).
 
Arístides Bastidas resaltó también el aspecto sexual al señalar que «las parejas de enamorados hacen gala de sus picos durante el cortejo. No sé si será por esa razón que los adornan con vivos colores» (Bastidas, 1987, p. 133). Eso ya había sido reseñado mucho antes nada menos que por Charles Darwin, el célebre autor de la teoría de la evolución de las especies, para quien el exagerado tamaño y colorido de los picos de los tucanes, los cuales son más grandes en los machos que en las hembras, tendría una función primordialmente sexual, del mismo modo que la tiene la incómoda cola de los pavos reales, actuando como «un señuelo erótico para atraer potenciales parejas» (Connor, 2009).
 
El gran pico de este ejemplar denota que se trata de un macho, tal vez en afanes amorosos (Fotografía tomada por Lucrecia Díaz)
 
Esta última cita forma parte de las muchas notas, reseñas y comentarios aparecidos desde julio de 2009 en la prensa escrita y en Internet como reacción en cadena ante la sensacional noticia de que el gran misterio del pico del tucán habría sido por fin develado, habiéndosele comprobado, como decíamos antes, una importante función nunca antes sospechada que no guarda relación alguna con los usos ya mencionados. El gran hallazgo fue reportado, entre muchos otros, por María Teresa Arbeláez, animadora de un Blog llamado Manguareo en la red, a quien la solución del dilema, aunque loable, la dejó al parecer un poco alicaída, según trasluce en una crónica que dice así:
 
«Ese hermoso pico, entre fálico y artístico, produjo durante muchos años la sensación de que el tucán, esa bellísima ave típica de por estos lares tropicales, lo utilizaba únicamente como un ornamento para atraer al sexo opuesto, así como se exhiben los músculos o el trasero. Pues no, los científicos, aguafiestas como siempre, acaban de determinar que el colorido pico de los tucanes es un órgano vivo, un termoregulador que permite que el animal conserve o elimine el calor según las circunstancias y las necesidades» (Arbeláez, 2009).
 
Los autores del informe científico que parece haber acabado de un plumazo con esa visión novelesca del pico de los tucanes —y quiera Dios que también con los mitos sobre sus poderes— resumieron sus hallazgos en estos términos:
 
«El Tucán Toco (Ramphastos toco), el más grande en la familia de los tucanes, posee el mayor pico de cualquier ave en relación con el tamaño del cuerpo (ver un ejemplar aquí: http://www.flickr.com/photos/16898659@N07/1968702075/sizes/l/). Este rasgo exagerado ha recibido varias interpretaciones, desde la de servir como ornamento sexual hasta la de ser una refinada adaptación para alimentarse. Sin embargo, también es una superficie significativa para el intercambio de calor. Aquí demostramos la remarcable capacidad del Tucán Toco para regular la distribución del calor mediante la modificación del flujo sanguíneo, utilizando el pico como un radiador termal. Nuestros resultados indican que el pico del Tucán es, en proporción a su tamaño, una de las mayores ventanas térmicas en el reino animal, rivalizando con las orejas de los elefantes en su habilidad para irradiar el calor del cuerpo» (Tattersall et al, 2009).
 
No sabemos si el tamaño y forma del pico de los Tucanes tendrá también que ver con la calidad de los sonidos que emiten, que en el caso del Pico de frasco esmeralda han sido objeto de diversos comentarios (sus cantos y llamados se pueden escuchar aquí: http://macaulaylibrary.org/audio/105905). Eduardo Röhl, por ejemplo, decía que «su canto, corto y ronco, remeda los ladridos de un perro» (Röhl, 1956 [1942], p. 294), opinión compartida por Karl Weidmann, quien asimilaba sus «vocalizaciones ruidosas y fuertes… al croar de las ranas o incluso a “ladridos” entrecortados y repetidos» (Weidmann, 1997, p. 26), en tanto que Phelps y Meyer ampliaban la gama al señalar que «tiene varias llamadas: gruñidos, croacs como de Rana, cuacs semejantes a los del Pato y ladridos, algunas veces repetidos rápidamente» (Phelps y Meyer, 1979 [1978], p. 190). Bruno Manara indicaba, por último, que «no son aves ariscas y, si se remeda su canto, pueden contestar con sus jruí, jruí, jruí, jruí, jruí… que llegan a repetir seguidos, con reverencias a la derecha y a la izquierda, durante decenas de segundos» (Manara, 2004 [1998], p. 69).
 
Esos cantos y llamados pueden ser emitidos por un individuo solo, pero sucede también que «los miembros de una pareja a menudo cantan juntos, el macho en un tono menor que la hembra, pudiendo las parejas vecinas replicar con cantos en respuesta» (Short y Horne, 2002, p. 231 y 234), si bien esos diálogos no han sido estudiados todavía de manera sistemática.
 
Los Pico de frasco también pueden ser discretamente silenciosos para pasar desapercibidos, aunque los peculiares colores subidos del ejemplar que aquí vemos tal vez no le ayuden mucho a lograrlo (Fotografía tomada por Luis Figueroa)
 
De lo anterior se infiere que el Pico de frasco, a pesar de su plumaje críptico que se confunde con la vegetación boscosa que frecuenta y de sus momentos de cautela y silencio, sería relativamente fácil de ubicar gracias a su ruidosa personalidad extrovertida, aunque a nuestros aborígenes de seguro que no les entusiamaba demasiado escuchar esos llamados y mucho menos buscar a su emisor, ya que, según afirmaba, hablando del Piapoco, ese entusiasta investigador de las culturas indígenas presentes y pasadas de nuestro país que se llamara Marc de Civrieux, entre muchos de ellos estaba arraigado el temor derivado de la creencia según la cual el canto del Tucán «en la soledad de los bosques… significa un embrujo amoroso acompañado del peligro de quedarse subyugado por alguna guariche fascinadora» (Lichy y Civrieux, 1945).
 
Al contrario de los Picos de frasco y Piapocos los Tilingos, aunque sonoros, no son ruidosos. Phelps y Meyer sostenían que uno de ellos, llamado Tilingo cuellinegro (Pteroglossus aracari) (verlo aquí: http://www.flickr.com/photos/barloventomagico/4019660099/) tendría un llamado que suena como un «tilín suave, de tono agudo» que le daría su nombre local (Phelps y Meyer, 1979 [1978], p. 191) (oírlo aquí: http://macaulaylibrary.org/audio/65050).
 
En Venezuela los Tilingos son tal vez los más celebrados de todos los Tucanes gracias a que su nombre lo lleva un juego infantil famoso entre nosotros, a pesar de que, seguramente por gazmoñería, es ignorado en las recopilaciones más conocidas. Una versión incompleta se encuentra en Peonía, la novela (o semi-novela, como la calificara su propio autor) de Manuel Vicente Romero García, dentro de un diálogo en que el protagonista flirtea con una campesina, el cual dice así:
 
   Buenas tardes, Francisca, ¿dónde está tu papá?
—    En la roza, dotor. ¿Cómo le vá?
—    Bien; gracias. Y tu mamá?
—    Abajo, en la vega, recogiendo unos tomates para mandar mañana para el pueblo.
—    Cierto! Mañana es domingo.
   Sí, señor: tilingo, tilingo, mañana es domingo: se casa la pita con un burriquito de Juan Barrigón.
—    Ola! Qué bonita copla!
—    Le gusta, dotor?
—    Mucho, Francisca; pero no me gusta más que tú.
(Romero, 1966 [1890], p. 100)
 
Casi cuatro décadas después de publicado lo anterior Lisandro Alvarado explicaba brevemente en qué consistía el juego aportando una versión completa, o más bien casi completa ya que omitía una palabra clave. El texto de la referencia es el siguiente:
 
«TILINGO. Juego infantil en el que se impone silencio a los concurrentes, so pena de cierta obligación coprofágica, que por supuesto recibe luego un indulto eficaz del director. Este empieza su arenga así: “Mañana es domingo, se casa la Pita con Juan Pajarito. Será la madrina Juana Catalina, y será el padrino Ño Juan Botijón. El que hablare primero se come tamaño… Menos yo que estoy debajo de la capilla de San Simón”» (Alvarado, 1984 [1929], p. 1218).
 
La palabra que Alvarado dejó sobrentendida con los puntos suspensivos, como sabrá todo aquel que cuando niño participó en el juego en cuestión, no era otra que mojón, en su acepción de «porción compacta de excremento humano que se expele de una vez» (Real Academia, 2001, Tomo II, p. 1523), o bien de «bolo fecal alargado y consistente, pues si es pastoso, uniforme, es una plasta» (Tamayo, 1977, p. 222), aclaratoria muy pertinente que hacía el nada pacato profesor nacido en El Tocuyo llamado por todos Don Francisco Tamayo, biólogo, naturalista y ecologista considerado sabio por muchos, como lo hiciera su polifacético discípulo Pascual Venegas Filardo, mi apreciado profesor de Geografía Económica en la Universidad Central de Venezuela, quien lo calificó de «sabio, modesto y apacible, lleno de voluntad» (Tamayo, 1972, Tomo I, p. 8), o bien el filólogo Alexis Márquez Rodríguez, que no dudó en incluirlo en «esa misma estirpe de sabios que fueron en su tiempo Arístides Rojas y Lisandro Alvarado, entre otros» (Tamayo, 1977, p. 11), no cabiendo duda de que si este reputado personaje hubiera hecho una recopilación de los juegos infantiles venezolanos, habría incluido en ella la versión completa y sin censura tan injustamente execrada del para muchas generaciones muy divertido «tilingo».
 
Como nuestros niños, los tucanes, en especial los menos grandes como el Pico de frasco esmeralda, disponen de mucho tiempo libre, según señalaban los varias veces citados Lester Short y Jennifer Horne. reputados como los especialistas que más conocen sobre tucanes. Según ellos, esos momentos los dedican «a los juegos entre los miembros del grupo, así como también a descansar, desperezarse, rascarse, acicalarse y bostezar» (Short y Horne, 2002, p. 229). La razón de tanto ocio tiene mucho que ver con el tipo de alimentación, que incluye frutas grandes en comparación con el tamaño del aparato digestivo del ave, lo que hace que éste se llene rápidamente, demorándose luego en el procesamiento de las frutas y eliminación de las semillas, de modo que deben esperar un buen rato para que «se complete la digestión antes de volver a forrajear» (Short y Horne, 2002, p. 229).
 
Todo lo anterior supone una vida social muy variada sobre la cual se conoce bastante poco, lo cual hace del Pico de frasco esmeralda una potencial cantera para estudiantes y profesionales de la Ornitología en busca de temas interesantes para sus investigaciones.
 
Estos dos ejemplares formaban parte de un grupo mayor que se apropió de este gran árbol para alimentarse, acicalarse y descansar. Ojalá y la expansión urbana no nos prive algún día de la posibilidad de disfrutar de espectáculos similares al que vemos aquí (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
A modo de conclusión sería relevante llamar la atención sobre el hecho de que, si bien ninguno de los Picos de frasco ha sido incluido todavía en el libro rojo de la fauna, ello no quiere decir que no sean vulnerables. De hecho, ninguno de ellos puede ser mencionado entre las aves más comunes que pueda uno encontrarse en Venezuela. Antes bien, en su mayoría están confinados a determinados hábitats que deben reunir ciertas condiciones sin las cuales estas aves difícilmente podrían subsistir. Dos de las principales son la disponibilidad de una gran provisión de frutos silvestres variados durante todo el año y la existencia de suficientes árboles con maderas relativamente blandas susceptibles de proporcionarles habitáculos para utilizarlos como nidos y dormitorios.
 
El hábitat que mejor se presta a tales requerimientos es sin duda el bosque primario, es decir, no intervenido o apenas tocado por el hombre, como los que todavía hay en muchos de nuestros parques nacionales colindantes con urbes en expansión. Preservar tales hábitats es, por tanto, una tarea prioritaria para que las futuras generaciones gocen del mismo privilegio que nosotros tenemos de poder disfrutar, entre otras maravillas, de encuentros cercanos eventuales en su medio natural con algunas de estas extraordinarias aves que a todos atraen y cautivan llamadas Picos de frasco o Tiátaros.
 
 
Bibliografía citada
 
 
Arbeláez, María Teresa. 2009. «El tucán no “levanta” con el pico». Disponible en: http://arbelaez.org/el-tucan-no-levanta-con-el-pico/
 
Bastidas, Arístides. 1987. «Nuestros compañeros de hábitat». Ernesto Armitano Editor. Caracas.
 
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Un video del experimento seguido de una interesante reseña, así como de algunos comentarios, incluidos un par del propio autor, se puede encontrar en el Blog de Ornitología de la Universidad de Cornell, en la siguiente dirección: http://blog.allaboutbirds.org/2009/07/24/toucans-use-enormous-bills-to-cool-off/
 
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