jueves, 27 de marzo de 2014


Cucarachero chocorocoy

Striped-backed Wren

Campylorhynchus nuchalis

 

Escrito por Eduardo López

 

Ilustrado con fotografías tomadas por Eduardo López

 
Esta es una versión del original publicado en octubre de 2009 revisada, corregida y actualizada por el autor
 
 
Troglodytae llaman los ornitólogos a la familia que agrupa a esos simpáticos pajaritos que en Venezuela conocemos como Cucaracheros, de los cuales tenemos en nuestro país 19 especies, incluidos algunos cantantes de bien ganado prestigio. Destaca en particular el omnipresente Cucarachero común (Troglodytes aedon) (verlo aquí: http://www.flickr.com/photos/barloventomagico/3901542346/) que le da tanto el nombre científico como el común a toda esta familia, la mayoría de cuyos integrantes se caracteriza por poseer voces muy potentes que contrastan con la pequeña talla de muchos de ellos.
 
Uno de los más notables miembros del grupo es el Cucarachero chocorocoy, entre otras razones por su gran sonoridad, la cual es expresión, según veremos en su momento, de un lenguaje bastante complejo, muy acorde con su sorprendente organización y comportamiento social. Muchas de sus vocalizaciones se nos antojan remolinos de notas que, aunque algunos las han tildado de «desagradables» (Hilty, 2003 [2002], p. 693), otros, por el contrario, no han dudado en considerarlas «melodiosas» (Phelps y Meyer, 1979 [1978], p. 328). No obstante creo que todos podríamos coincidir en que son reflejo fiel de la gran vitalidad que caracteriza al Chocorocoy, la cual suele ser uno de sus atractivos mayores para el observador de aves. No es de extrañar, por tanto, que su nombre sea una imitación de su principal canto, que a muchos les suena como ¡chocorocoy! ¡chocorocoy! (varias de sus vocalizaciones pueden escucharse aquí: http://macaulaylibrary.org/audio/63268).
 
Los Chocorocoy vocalizan muchas veces a dúo, lo cual hace que su canto suene más sonoro y complejo. En la foto el ejemplar de la izquierda acaba de concluir su estrofa y el de la derecha comienza la suya, erizando ambos parte de su plumaje (Fotografía tomada por Eduardo López
 
También es onomatopéyico lo de Cucarachero, ya que este nombre proviene no del hecho de que los integrantes de esta familia se alimenten «principalmente de cucarachas», como pensaba de manera algo ingenua don Julio Calcaño (Calcaño, 1950 [1896], p. 386), sino que se debe, según refería Bruno Manara, al «canto de algunas especies que parecen repetir varias veces seguidas “cucarachero” o algo así» (Manara, 2004 [1998], p. 48). Y si bien de esto último estamos muy seguros, lo que todavía no hemos podido dilucidar es por qué la expresión «cucarachón», ya muy en desuso, se utilizaba en tiempos pasados para designar a un «hombre de edad madura que acostumbra enamorar jovencitas» (Núñez y Pérez, 2005, p. 148), vale decir un viejo verde.
 
Blanco y negro son los colores predominantes del Chocorocoy. El patrón dorsal es barreteado en tanto que la cara y garganta son blancas y la parte ventral moteada, lo cual lo diferencia del macho de la Pavita hormiguera (Tamnophilus doliatus), que tiene la cara y garganta estriadas y la parte ventral barreteada, según se puede ver en la foto que sigue (Fotografías tomadas por Eduardo López)
 
 Dado que los machos Chocorocoy suelen ser estrictamente monógamos, esos motes alusivos a la promiscuidad no les serían aplicables. Además, ellos parecen preferir como parejas no a las jovencitas inexpertas sino a las hembras maduritas. Una serie de investigadores norteamericanos así lo ha determinado, al igual que otros aspectos de su compleja organización e interacción social, mediante estudios consecutivos muy minuciosos sobre los Chocorocoy efectuados desde 1974 en el conocido Hato Masaguaral, ubicado al sur del Estado Guárico en las cercanías de Corozopando, entre los cuales destacan Kerry Rabenold, Carla Christensen y la pareja formada por Haven y Minna Wiley (Rabenold, 1984, p. 884), lo mismo que Walter Piper y, más recientemente, Jordan Price (Piper, 1994, p. 655; Price, 2003, p. 167).
 
 

Para el Chocorocoy cualquier percha y momento son buenos para atisbar durante los muy movidos recorridos que hace en busca de alimento. El de la foto es un juvenil que se reconoce por no tener aún bien definido el moteado del pecho y vientre y por las tonalidades anteadas en las alas (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
Estos autores verificaron que los Chocorocoy son muy sedentarios, constituyendo «grupos cooperativos» en los cuales «todos comparten la defensa del territorio común, la construcción de los nidos para empolle y para dormitorio y el cuidado de las crías» (Rabenold, 1984, p. 871). Tales grupos pueden llegar a tener hasta 14 miembros, encabezados por una pareja principal, siendo el resto ayudantes hembras y machos entre los cuales también hay una jerarquía basada sobre todo en la edad (Price, 2003, p. 170).
 
Respecto de los territorios, suelen ser relativamente pequeños, aproximadamente de 1,1 a 2,5 hectáreas en promedio (Rabenold, 1990, p. 167), con sus linderos bien delimitados, siendo defendidos por todo el grupo a capa y espada contra los depredadores y los intrusos competidores de su misma especie o de otras.
 
 

Este ejemplar está en plena faena de recolección de material a ser utilizado para la construcción de un nido (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
En un lugar céntrico de ese territorio construyen colectivamente, como se refirió, el nido que utiliza la hembra principal para poner los huevos y empollarlos, pero, dado que son de las especies que les disgusta descansar y dormir a la intemperie, proceden a construir en las cercanías del primero un nido adicional que servirá al grupo como dormitorio comunal. Sucede a veces, sin embargo, que en lugar de gastar energías en tan fatigosa faena prefieren, si la oportunidad se les ofrece, aprovechar los nidos abandonados por otras especies, en particular los de Guaitíes (Phacellodomus rufifrons), que además de estar muy bien construidos presentan la ventaja adicional de contar con varios habitáculos (Rabenold, 1984, p. 873) (Pueden ver uno aquí: http://www.flickr.com/photos/barloventomagico/1473657543/).
 
 
 

Unos cables del tendido eléctrico próximos a un poste fue el lugar escogido por el grupo al que pertenece este ejemplar para ubicar el nuevo nido, cuya construcción demorará más o menos tiempo dependiendo sobre todo del número de integrantes del grupo (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
Hubo un tiempo en que se suponía que la pareja principal o dominante era la única que se apareaba y reproducía, pero a medida que avanzaron las investigaciones se evidenció que, si bien el macho principal le es fiel hasta la muerte a su pareja, la muy casquivana de vez en cuando le paga su lealtad traicionándolo con alguno de los machos subordinados. La prueba irrefutable del adulterio unilateral provino de los estudios de ADN que le fueran practicados a toda la población censada de Cucaracheros Chorococoy de Masaguaral, los cuales demostraron que en algunos grupos habían nacido no sólo hijos del macho dominante sino también de machos ayudantes (Rabenold et al, 1990, p. 538). En contrapartida, las hembras auxiliares, cual vestales impolutas, jamás se dejan seducir por ningún macho, cualquiera que sea su jerarquía. En razón de lo anterior varios autores señalan que se trataría de grupos poliándricos (Piper, Walter H., 1994, p. 654; Hilty, 2003 [2002], p. 693), pero otros retrucan que ésa sería la excepción y que la norma la constituirían los grupos monogámicos (Rabenold, Patricia et al, 1990, p. 539).
 
Cualquiera que fuera el caso, una vez que nace la camada el macho y la hembra principales conjuntamente con sus ayudantes se afanan en alimentarlos. En todo ese proceso el macho principal está muy pendiente de su pareja y de las crías, pero si el grupo es grande, es decir, de cuatro o más miembros, hay una mejor distribución de la carga que le permite a aquél disponer de tiempo y energía extra para dedicarlos a otras tareas también importantes, muy especialmente la de ahuyentar a los depredadores, los cuales representan «la mayor causa de pérdida de pichones» (Rabenold, 1984, p. 884), en tanto que la hembra dedica el ahorro energético a intentos adicionales de empollar. Esto parece ser el factor determinante que explica el por qué los grupos conformados por la pareja principal y dos o más ayudantes tienen siempre un éxito mucho mayor en asegurar la supervivencia de la camada o de una buena parte de ella que una pareja con sólo un ayudante o con ninguno, así como en la consecución de camadas adicionales (Rabenold, 1984, p. 883).
 
 
 

El sitio escogido para construir este nido no podía ser más inverosímil. Entre sus ventajas está el no verse afectado por la lluvia y el viento, lo que aumenta su durabilidad, así como la poca vulnerabilidad frente a los depredadores, salvo tal vez algún improbable reptil atrevido que pudiera lograr entrar por la poco accesible entrada (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
El centro de operaciones de cualquier grupo de Cucaracheros Chocoroy es el lugar donde se encuentra el nido-dormitorio. Allí comienzan su actividad diaria, allí se reúnen en los momentos de descanso y de interacción y allí terminan su jornada, de modo que es en ese lugar donde los investigadores que estudian a esta especie la buscan (Zack y Rabenold, 1989, p. 237) y donde los observadores de aves pueden tener mayor éxito para encontrarla.
 
Ahora bien, sucede que, cuando de comer se trata, los Chocorocoy prefieren dispersarse y buscar su alimento solos o cuando más en pareja, pero nunca en grupo. Esto se explicaría porque, al ser sus territorios relativamente pequeños, parece que resulta más productivo para todos hacerlo así. Sin embargo, mantienen la comunicación entre ellos, según veremos, permitiendo que el resto conozca su ubicación y dando la voz de alerta ante la presencia de algún intruso, sea éste un competidor perteneciente a su misma especie o a otra diferente o algún depredador.
 
 
 
 

Aunque se trata de un ave principalmente insectívora, el Chocorocoy es un oportunista que, por ejemplo, no desprecia una fruta sustanciosa, como lo demuestra este ejemplar dándose banquete con un mango (Foto tomada por Eduardo López)
 
Los depredadores suelen ser, en el caso de las aves, los Gavilanes y Chiriguares. La táctica utilizada generalmente por los Chocorocoy para alejarlos consiste en «increpar activamente a estos rapaces de manera lo suficientemente ruidosa como para atraer a otros pájaros para que se unan al hostigamiento vocal y físico del depredador», logrando así la incorporación de, entre otros, Azulejos de jardín, Gonzalitos, Lechoseros ajiceros y diversas especies de Atrapamoscas (Rabenold, 1984, p. 879).
 
En el caso de grupos pequeños que disponen de poca capacidad para repeler abiertamente las incursiones de los depredadores opera más bien una táctica silente, consistente en «cesar la entrega de alimentos a los pichones y evitar estar cerca del nido», esperando que las crías pasen desapercibidas hasta que el rapaz se aleje (Rabenold, 1984, p. 879 y 1990, p. 176). Lamentablemente el «pasar agachado» no suele ser tan efectivo como la «bulla».
 
Es por ello que la táctica bullanguera la aplican ambos tipos de grupos por igual para enfrentar a las serpientes, buscando movilizar en su contra a «otras especies más grandes mejor preparadas para acosarlas físicamente» (Rabenold, 1984, p. 884), incluidos los humanos, según se colige de lo sostenido por Jesús Loreto, quien contaba que al notar la presencia de alguna culebra, el pajarito «avisa a la bandada, la cual se agrupa sobre las ramas bajas de los árboles, desde donde entona un cantar a coro: es un chillido especial que debe significar peligro, ya que el hombre de campo tradicionalmente da por veraz el aviso y sale de su casa provisto ya del arma apropiada para dar muerte al intruso» (Loreto, 1980, p. 26). Decía este autor que durante años había observado este comportamiento en el Llano, lo cual no nos extraña ya que nosotros también hemos visto en Barlovento la misma actitud de los Chocorocoy y la correlativa reacción de los campesinos.
 
 
 
 

La sonoridad del Chocorocoy es una de las notas más distintivas de esta especie, constituyendo la comprensión de su variado lenguaje uno de los temas más complejos afrontados por los ornitólogos que lo han tomado como centro de sus investigaciones (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
Pero hay otros tipos de enemigos frente a los cuales los Chocorocoy no les importa prescindir tanto de aliados como de preámbulos y disimulos, atacándolos inmediatamente y con mucho rigor «cuando los descubren cerca de los nidos», con el consiguiente riesgo de salir mal heridos. Ello sucede con las especies parasitarias, es decir, aquellas que ponen sus huevos en los nidos de otras aves para que éstas se los críen, en particular con el Tordo mirlo (Molothrus bonariensis), ya que el Chocorocoy es una de las 232 especies en cuyos nidos han sido encontrado los huevos de aquél (Reboreda et al, 2003, p. 78). También actúan así frente a los «competidores por los nidos y por los materiales para construirlos», representados en Masaguaral sobre todo por Arapamoscas e Ictéridos, así como Azulejos de jardín (Rabenold, 1984, p. 879).
 
Hay momentos muy particulares en que se producen pleitos intraespecíficos, a veces muy violentos, que involucran sólo a las Cucaracheras Chocorocoy pretendientes a ocupar el lugar dejado por una hembra principal cuando ésta muere, especialmente en los casos de grupos grandes que, como vimos, cuentan con el gran atractivo de ser los que mejor aseguran la sobrevivencia de sus integrantes. Estas luchas, en las cuales participan generalmente hembras provenientes de otros grupos, pueden durar incluso varios días (Rabenold, 1990, p. 183), estando condimentadas —¡quién lo diría de estas habitualmente modositas féminas!— con «rápidos picotazos, usualmente a la cabeza de las oponentes, patadas en vuelo con los pies cerrados y las aves rotando hacia el suelo desde varios metros de altura y persecuciones aéreas que pueden durar hasta diez minutos» (Zack y Rabenold, 1989, p. 243; Rabenold, 1990, p. 186), obteniendo casi siempre la victoria la de mayor edad procedente de algún territorio muy cercano, siendo bastante probable que se trate de una pariente próxima de la sustituida.
 
 
 

Aunque el Chocorocoy no es precisamente timorato, a veces adopta una actitud típica de alerta frente a aves u otros animales que juzgue como peligrosos o rivales. En el caso de este jovencito la reacción tal vez se produjo al descubrir de pronto la presencia desmasiado cercana del fotógrafo apuntándole con la cámara, pero parece que al verificar que se trataba de un inofensivo conocido suyo rápidamente se tranquilizó (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
El macho dominante no se involucra en estos pleitos femeninos, aceptando gentilmente a la ganadora como su nueva pareja, lo cual ocurre incluso en los pocos casos en que la anterior no ha muerto sino que ha sido derrocada por alguna insurgente. Es de destacar asimismo que, en contrapartida, cuando el macho dominante muere su reemplazo se suele dar de manera completamente pacífica, efectuándose la sucesión estrictamente según la edad, puesto que el más viejo del grupo adquiere automáticamente el rango de macho principal, como corresponde en una gerontocracia viril que se respete. Pero como siempre hay un pero, tal vez la sucesión no sería tan sosegada si los dos primeros pretendientes en la cola tuvieran la misma edad, eventualidad que no sabemos todavía si se dilucida asimismo por métodos relativamente pacíficos como sugieren algunos (Rabenold, 1990, p. 169) o más bien a picotazos y patadas.
 
Las referidas son situaciones dramáticas que, sin embargo, se presentan sólo muy de vez en cuando. De hecho, en mi caso la he presenciado sólo una vez, no obstante que la finca La Pomarrosa está muy poblada por estos pajaritos, habiendo en 3 hectáreas hasta cuatro grupos familiares ubicados muy cerca unos de otros ya que sus territorios son bastante pequeños. En todo caso esos conflictos violentos constituyen una suerte de paréntesis en una cotidianidad más llevadera. Por ejemplo, los miembros del grupo acostumbran estrechar sus nexos empleando para ello frecuentemente «el acicalamiento mutuo» (Zack y Rabenold, 1989, p. 236), que consiste simplemente en que un ejemplar usa su pico para limpiarle a otro algunas plumas y zonas de la piel, en particular las que al ejemplar pasivo le son difíciles de alcanzar por sí mismo, como las de la cabeza, nuca y cuello, conducta que puede ser reciprocada por el otro de inmediato o en otra oportunidad (Rabenold, 1990, p. 165), pero que en todo caso se da manera sosegada, del mismo modo que sucede con las mucho más comunes, citadinas y visibles Palomitas maraquitas (Scardafella squamata).
 
 
 

Aquí vemos un ejemplar en labores de limpieza de un congénere que parece disfrutarlo mucho, lo cual puede implicar el arreglo de plumas y la extracción de parásitos, incluidos los piojitos, por supuesto. El árbol es un Ciruelo de huesito (Spondeas purpurea) con flores rojas y frutas verdes próximas a madurar (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
Este comportamiento, sea dicho de paso, tal vez nunca fue observado por ese famoso sabio del siglo XX venezolano llamado Francisco Tamayo, quien en 1977 comentaba, refiriéndose al Cucarachero, que «este pequeño pájaro de lindo canto parece que es atacado por los piojos, porque en El Tocuyo de comienzos del siglo XX existía un dicho tradicional: “Cucarachero no más no tiene piojito”, con lo cual se quería expresar que hay personas que no advierten sus propios defectos sino los de la restante gente, sobre todo cuando esta gente es humilde» (Tamayo, 1977, p. 103), o lo que es lo mismo, ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el suyo (Carrera, 1974, p. 188). Sin embargo, ante la foto anterior se podrá entender fácilmente el por qué del antiguo dicho.
 
Volviendo a las vocalizaciones, los investigadores han identificado entre los Chocorocoy dos tipos principales. El primero son los «duetos, interpretados por la pareja principal y, menos frecuentemente, por otros miembros» del grupo (Willey y Willey, 1977, p. 12), cuya finalidad sería la de demarcar el territorio propio frente a los vecinos y a eventuales extraños. Se trata de una actividad cotidiana que se da con más frecuencia «en la mañana temprano, justo después que el grupo abandona su nido-dormitorio» (Willey y Willey, 1977, p. 31). Los duetos son los cantos que más frecuentemente se le escuchan a los Chocorocoy y los que son emitidos con mayores decibeles pudiéndose oir a bastante distancia.
 
Pareja principal en pleno despliegue de su vocalización a dúo, la cual tiene como una de sus principales finalidades la de advertir a vecinos y extraños que ése es el tierritorio del grupo y que los demás se cuiden mucho de penetrar en él (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
El segundo tipo está representado por los «llamados WAY», denominados así a causa de su «parecido ocasional con las palabras inglesas “where are you?”, los cuales «se producen más a menudo fuera de contextos agresivos» (Price, 2003, p. 166), siendo «de menor intensidad que los duetos» (Price, 1999, p. 484). Según este autor, quien las ha estudiado con detalle, «estas vocalizaciones parecen funcionar primordialmente en el mantenimiento del vínculo social dentro de un grupo y en el reconocer la identidad de un grupo durante interacciones con otros grupos» (Price, 2003, p. 166).
 
Se ha determinado que estos cantos les proporcionan claves para saber si quien las emite es un extraño o si se trata de un pariente y si su filiación es cercana o lejana. Esto es posible porque los cantos se transmiten de madres a hijas y de padres a hijos, de modo que si una Chocorocoy escucha un canto igual o muy parecido al que ella aprendió de su madre entonces quien lo emite será una hembra con parentesco cercano, y si no puede reconocerlo será una extraña. Del mismo modo, si se parece al del padre se tratará de un macho con parentesco cercano con ella.
 
Lo anterior tiene mucha relevancia si se considera, por una parte, que entre los Cucaracheros Chocorocoy no hay dimorfismo sexual, es decir, que machos y hembras tienen la misma apariencia, y, por la otra, que la dispersión geográfica de las generaciones sucesivas se efectúa sobre distancias cortas, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de las aves, quedándose usualmente los machos jóvenes como ayudantes en el territorio donde nacieron y trasladándose las hembras a los territorios vecinos en la esperanza de poder llegar a convertirse en hembras principales, todo lo cual implica que, de no tener la posibilidad de reconocer el grado de parentesco, habría una alta probabilidad de que se formaran parejas reproductivas integradas por padre e hija, o madre e hijo o bien hermano y hermana, endogamia que, como es sabido, elevaría considerablemente el riesgo de aparición de taras hereditarias que conducirían eventualmente a la extinción de la especie.
 
Ahora bien, dado que se trata de una sociedad jerarquizada, es de esperarse que los Chocorocoy no canten todos por igual. En relación con los duetos es, en efecto, la pareja principal la que los realiza con mayor frecuencia, pudiéndose «agregar a veces otros miembros del grupo para producir un coro de tres a cinco individuos». Por otra parte, «dos adultos auxiliares ocasionalmente pueden comenzar un dueto, pero la pareja principal siempre se les incorporará», salvo en las infrecuentes ocasiones en que se encuentren muy lejos (Wiley y Wiley, 1977, p. 13).
 
En cuanto a las vocalizaciones del tipo WAY, las cuales se utilizan en buena medida para marcar las jerarquías, los machos llevan la batuta ya que concentran, según varios estudios realizados, la casi totalidad de tales llamados, correspondiendo la primacía absoluta al macho principal, el cual, haciendo gala de su posición encumbrada, llega a efectuar hasta un 85% de los cantos WAY, dejándole a los machos auxiliares sólo el 12%, con la observación de que los de mayor edad siempre cantan más que los más jóvenes.
 
 
 
 
 
 

Chocorocoy en un comedero de la Finca La Pomarrosa vocalizando con fuerza, tal vez para anunciar a los demás miembros de su grupo que la mesa está servida en la Casa Grande, o a lo mejor pudiera tratarse de una discusión sobre a quién le corresponde comer de primero (Fotografía tomada por Eduardo López)
 
Frente a tan apabullante machismo gerontocrático imperante en estos grupos, la hembra principal no tiene más remedio que ser discreta, efectuando apenas un 3% de las vocalizaciones, en tanto que las auxiliares ni se atreven a abrir el pico, y si lo hacen siempre será con disimulo, salvo que lo realicen cuando exploran territorio ajeno o se enfrascan en una de esas temibles luchas referidas anteriormente por una vacante dejada por una hembra principal (Price, 2003, p. 168 y 169).
 
Se puede concluir entonces que al escuchar los cantos tipo WAY, efectuados casi siempre dentro del grupo y en tono atenuado, lo más probable es que el emisor sea el macho principal o el ayudante de mayor rango, ocasionalmente la hembra principal y excepcionalmente una ayudante. En los duetos, que son como dijimos cantos más sonoros dirigidos generalmente a oyentes fuera del grupo, se tratará en principio de una pareja principal, aunque puede darse que algunos auxiliares se incorporen al despliegue.
 
De todo lo anterior podemos colegir que estos pajaritos tan singulares no son nada difíciles de encontrar y de ver en aquellas zonas que han colonizado, pudiendo ser fácilmente ubicables auditivamente. Por otra parte, el dormitorio comunal constituye, según dijimos, un área social en la cual «los miembros del grupo son encontrados usualmente juntos en el mismo árbol o arbustal», de modo que si uno se coloca en sus proximidades seguro que tendrá un encuentro cercano con esta «ave ruidosa y expresiva» que no tiene «absolutamente nada de temerosa» (Le-Dantec, 2007, p. 1).
 
Y no se piense que sólo se le puede hallar en áreas rurales ya que, lejos de sentirse «poco confortable en las inmediaciones de la gente» como Hilty presuponía (Hilty, 2003 [2002], p. 693), más bien parece tener una inclinación especial por los postes del alumbrado público para construir nidos en ellos, así como por los cables para percharse, acicalarse, hacer despliegues y vocalizar, además de ser un comensal bastante probable en cualquier comedero artificial cercano, según habrán podido comprobar en las fotos que ilustran este artículo.
 
Si usted aun no lo ha visto, ponga entonces atención a su inconfundible voz y sígala para que compruebe cuán interesante puede resultar la observación del sugestivamente extrovertido Cucarachero Chocorocoy.
 
 
 
Fuentes citadas
 
Calcaño, Julio. 1950 [1896]. «El castellano en Venezuela. Estudio crítico». Ministerio de Educación Nacional. Caracas.
 
Carrera Sibila, Antonio. 1974. «Del saber popular venezolano». Universidad de Oriente. Cumaná.
 
Hilty, Steven. 2003 [2002]. «Birds of Venezuela». Princeton University Press. Princeton y Oxford.
 
Le-Dantec, Daniel. 2007. «Troglodyte rayé». Association Ecopains d’abord. Lemud. Disponible en: http://www.oiseaux.net/oiseaux/troglodyte.raye.html
 
Loreto Loreto, Jesús José. 1980. «El lenguaje de los pájaros». Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas.
 
Manara, Bruno. 2004 [1998]. «Aves del Avila». Monte Avila Editores Latinoamericana. Caracas.
 
Núñez, Rocío y Francisco Javier Pérez. 2005 [1994]. «Diccionario del habla actual de Venezuela. Venezolanismos, voces indígenas, nuevas acepciones». Universidad Católica Andres Bello. Caracas.
 
Phelps, William H. Jr. y Rodolphe Meyer de Schauensee. 1979 [1978]. «Una guía de las aves de Venezuela». Gráficas Armitano. Caracas.
 
Piper, Walter H. 1994. «Courtship, copulation, nesting behavior and brood parasitism in the Venezuelan Stripe-backed Wren». En: The Condor. Cooper Ornithological Society. Vol. 96. Nº 3. Agosto 1994. P. 654-671. Disponible en: https://sora.unm.edu/sites/default/files/journals/condor/v096n03/p0654-p0671.pdf
 
Price, J. Jordan. 1999. «Recognition of family-specific calls in stripe-backed wrens». En: Animal Behaviour. The Association for the Study of Animal Behaviour. Nottingham. Nº 57. 1999. P. 483-492. Disponible en: http://faculty.smcm.edu/jjprice/PDFs/Price%201999.pdf
 
Price, J. Jordan. 2003. «Comunication with shared call repertoires in the cooperatively breeding Stripe-backed Wren». En: Journal of Field Ornithology. Association of Field Ornithologists. Waco. Vol. 74. Nº 2. 2003. P. 166-171. Disponible en: http://faculty.smcm.edu/jjprice/PDFs/Price%202003.pdf
 
Rabenold, Kerry N. 1984. «Cooperative enhacement of reproductive success in tropical wren societies». En: Ecology. Ecological Society of America. Nueva York. Vol. 65. Nº 3. June 1984. P. 871-885. Washington. Disponible en: http://www.unc.edu/home/rhwiley/pdfs/RabenoldCooperative.pdf
 
Rabenold, Kerry N. 1990. «Campylorhynchus wrens: the ecology of delayed dispersal and cooperation in the Venezuelan savanna». En: Stacey, Peter B. y Walter D. Koenig. 1990. «Cooperative breeding in birds. Long-term studies on ecology and behavior». Cambridge University Press. Cambridge. P. 157-196. Disponible en:
 
Rabenold, Patricia P., Kerry N. Rabenold, Walter H. Piper, Joseph Haydock y Steve W. Zack. 1990. «Shared paternity revealed by genetic analysis in cooperatively breeding tropical wrens». Nature. Vol 348. Dic. 1990. P 538-540.
 
Reboreda, Juan, Myriam Mermoz, Viviana Massoni, Andres Astié y Fabián Rabuffetti. 2003. «Impacto del parasitismo de cría del Tordo renegrido (Molothrus bonariensis) sobre el éxito reproductivo de sus hospedadores». En: Hornero. Asociación Ornitológica del Plata. Buenos Aires. Vol. 18 (2). 2003. P. 77-88. Disponible en: http://www.scielo.org.ar/pdf/horner/v18n2/v18n2a01.pdf
 
Tamayo, Francisco. 1977. «Léxico popular venezolano». Dirección de Cultura de la Universidad Central de Venezuela. Caracas.
 
Wiley, R. Haven y Minna S. Wiley. 1977. «Reconigtion of neighbors’ duets by Stripe-backed Wren Campylorhynchus nuchalis». En: Behaviour. Vol. 62. Nº 1-2. P. 10-34. Disponible en: http://www.unc.edu/home/rhwiley/pdfs/RecognitionNeighborWrens.pdf
 
Zack, Steve y Kerry N. Rabenold. 1989. «Assessement, age and proximity in dispersal contests among cooperative wrens: field experiments». En: Animal Behaviour. The Association for the Study of Animal Behaviour. Nottingham. Vol. 38-2. 1989. P. 235-247.
 

2 comentarios:

  1. Me identifiqué con el comentario: "la hembra principal no tiene más remedio que ser discreta, efectuando apenas un 3% de las vocalizaciones" jijiji

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  2. En Colombia les sacaron cancion
    Los cucaracheros https://www.google.com/search?kgmid=/g/1s05w272v&hl=es-419&kgs=0897a6ec99e307fa&q=garz%C3%B3n+y+collazos+los+cucaracheros&shndl=0&source=sh/x/kp&entrypoint=sh/x/kp

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